En más de una ocasión durante mi práctica profesional he escuchado decir a algunos pacientes que la vida no tiene sentido, que nada les importa, que ya quieren morirse, que a nadie le interesa cómo se sienten, que las enfermedades son sus únicas compañeras. Pero también me he encontrado con otros que a pesar de tener una enfermedad grave o una situación de vida complicada, sonríen, asumen su estado de salud con responsabilidad y optimismo, se esfuerzan cada día por salir adelante.

La felicidad de algunas personas, contrasta con el dolor que otros tienen. Así es la vida, unos ríen, otros lloran.

¿En qué consiste tener la alegría de vivir? ¿Se puede ser feliz en medio de la adversidad? Son cuestionamientos que me han hecho mis pacientes cuando se encuentran en medio de una crisis de ansiedad y buscan respuestas que les permitan sobrellevar sus problemas.

En algún lugar leí, que un día acudió con un terapeuta una pareja de esposos los cuales llevaban mucho tiempo de casados. El terapeuta preguntó a la señora:

-¿Su esposo le hace feliz?

Al escuchar esto, el esposo se irguió en su postura, un tanto orgulloso, pues se consideraba un buen marido.

La esposa contestó:

-No, mi esposo no me hace feliz.

El sorprendido esposo no daba crédito a lo que escuchaba.

La esposa continuó diciendo:

-El que yo sea feliz no depende de él. Ser feliz depende únicamente de mí, pues mi felicidad no la puedo basar en el comportamiento de otra persona o en las circunstancias de mi vida.

Este relato nos hace saber, que cuando la felicidad está basada en la manera de comportarse de otras personas o situaciones de vida, se convierte en una circunstancia de riesgo impredecible, pues todo dependerá de lo externo y será muy difícil de controlar.

No existen días buenos ni malos, sólo existen días en los cuales cada momento se va presentando con una sorpresa, pues todo puede cambiar en un segundo para bien o para mal ya que la vida es un proceso dinámico. Todo lo que existe en la vida cambia: el amor, la salud, las riquezas, el clima, los placeres, el trabajo, la libertad y muchas cosas más. Por eso mi felicidad depende de mí, no de circunstancias de vida o personas.

En la actualidad, la felicidad está basada en la capacidad de adquirir cosas materiales, que por su misma naturaleza, son efímeras y transitorias. Sin embargo, existe también el riesgo de que en el camino a conseguirlas, se arriesguen las relaciones interpersonales. Muchas familias con comodidades no tienen cohesión y otras familias con precariedad son más unidas.

Cuando se acercan fechas especiales como Navidad, San Valentín, Día de Reyes, fin de año, cumpleaños o aniversarios, las personas se ilusionan con objetos materiales como teléfonos y equipos de cómputo de última generación, televisores, juguetes, cosméticos, muebles, autos. Todo va a depender del poder adquisitivo, pero ¿esto podrá dar la felicidad? ¡Por supuesto que no! Tendrás una emoción efímera al momento de recibir estos objetos, pero no será duradera. Pasado algún tiempo te acostumbrarás a poseerle y se generará en ti la necesidad de algo más.

Sin embargo, es la vida quien te enseña el verdadero valor de las cosas. Cuando tienes un problema de salud, de pérdida de un ser querido, de economía, de trabajo, legal, es cuando en verdad entiendes que la felicidad no es tener ni poseer. Comprendes que la felicidad es estar en este mundo, disfrutando los buenos y malos momentos, los pequeños detalles, los triunfos, los fracasos.

La forma cómo enfrentas la vida, será la pauta para poder ser feliz. Cuando un individuo se encuentra deprimido, con tristeza, su sistema inmunológico baja la guardia y es más susceptible de enfermedades. De igual forma, su estado de alerta se encuentra disminuido lo que provoca a su vez, pérdida de concentración y en consecuencia está más expuesto a sufrir accidentes, perder objetos, mal desempeño laboral o social. Al final, se van generando una cadena de eventos adversos en el sujeto que le hacen pensar que todo le sale mal, que le llueve sobre mojado o a decir la clásica expresión de que sólo falta que un perro me confunda con un árbol.

Tampoco sería creíble ver a una persona en duelo con risa fácil; sin embargo, todo proceso evoluciona y el duelo es superable cuando se enfrenta la situación con una mejor actitud y rodeado de personas que le brindan amor y consuelo.

Un colega mío decía: No me molesta que me digan perro, me molesta la perra forma en que me lo dicen. Y es que la mayoría de las personas exitosas basan su éxito en la capacidad de transformar lo adverso en áreas de oportunidad y hablan de forma enfocada en la situación, sencilla, sutil, amable, risueña y convincente.

La felicidad va de la mano con un estado de salud adecuado. Pues el individuo feliz, es activo, emprendedor, dinámico y le gusta involucrar a los demás en su alegría. En consecuencia, se preocupa por su condición física, tiene una alimentación saludable, su autocuidado es con un enfoque preventivo. En relación a la condición de alimentación, ¿han escuchado la afirmación gordito pero feliz? esto es totalmente falso. Las personas con obesidad tienen un alto grado de predisposición a la depresión. La gente que disfruta de la alegría de vivir, tiene una mejor calidad de vida.

Hagamos un ejercicio: Recuerda el día de hoy cuando caminaste por la calle y te cruzaste con personas ¿A cuántas de ellas viste sonreír? ¿Tú sonreíste a alguien? Creo te sorprenderás al darte cuenta de tu respuesta. Tu estrés diario, tus ocupaciones, tus preocupaciones, han logrado que la sonrisa desaparezca de tu rostro, alejando de ti la alegría de vivir.

Ser feliz es una decisión, no un estado. Se puede ser feliz con lo que se tiene, pero sin caer en el conformismo. Disfruta al máximo del regalo más maravilloso de Dios: La vida.

Tú encomienda como habitante de este mundo: ¡Ser feliz! en consecuencia, los que te rodean también lo serán.

Sonríe todos los días. Es gratis.

Dr. Carlos P. Baquedano Villegas
Especialista en Medicina Familiar

Cancún, Quintana Roo, México. Diciembre del 2016

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